jueves, 29 de noviembre de 2007

Rangel en su laberinto

La brisa que remontaba desde el Ávila se anidaba directamente en los amplios ventanales de la esquina noreste del quinto piso del Ministerio de la Defensa. El estrecho pasillito posterior al despacho del Ministro que servia de aliviadero anti stress, se había convertido en una rutina de drenaje a la presión política del rollizo jefe militar. Lo que había sido originalmente un encuentro diario con Jehová, en solitario y viendo como las guacamayas del Circulo Militar lo sacaban de su taciturnia reflexiva ya había pasado a ser una práctica, luego de cada llamada angustiada desde la casa del pez que escupe el agua.
El Comandante en Jefe insistía a raudales por el control de los componentes, por la comprobación de confianza a los jefes de las ramas militares y comandantes de grandes unidades de combate. Cada llamada del Presidente por el interministerial se había convertido para Rangel en un lanzazo a la confianza y a la certidumbre que se le contagiaba a través de las ondas de la comunicación. La llama de la prevención y de la vacilación desde Miraflores cada día le agarraba más y más los faldones de los ruedos de su uniforme militar y amenazaba con saquearle los predios de la bragueta y la guerrera abultada de los botones pulidos y empavesada de condecoraciones castrenses. Las largas noches de vigilia y de perplejidad política alentadas desde el Oeste de la capital ya empezaban a hacer estragos en la atormentada humanidad del ministro y en la enmarañada red que se había convertido su inicial fidelidad al proceso político del Presidente de la Republica y su emblema de Revolución Bolivariana en la lucha por los pobres.
La coyuntura en lugar de pasearlo por los escenarios políticos extremos, lo empujaban de una manera escapista hacia La Pomona allá en Maracaibo, con sus viejos y sus referencias de albañil que lo habían espoleado a ingresar a la Academia Militar para escalar socialmente y atenuar los gastos de la familia, su pasaje por los pasillos del centro de formación profesional en los inicios de la academil ra ra, sus amigos de la Escuela de Ingeniería, sus colegas en el Batallón Cagigal, el Soublette, el Avendaño; sus condiscípulos del viejo IUPFAN y las constantes parideras, el matrimonio, el divorcio, la fiel perrita Coki, la conversión al cristianismo evangélico, el comando del batallón, el retardo en el ascenso; hasta que llegó Hugo y le abrió las puertas de las oportunidades. Lo demás vino en el tobogán de las fidelidades y los compromisos con la Revolución Roja Rojita, por encima de todo lo feo y lo bonito de su anterior experiencia, de consecuencia con sus arquetipos ideológicos, conceptuales y doctrinarios.
Un ayudante lo avisa de la enésima llamada del día del Comandante en Jefe. La misma predica se desprende del auricular en el monologo miraflorino, que solo es interrumpido por el tornapulerico general con el asentimiento de “Entendido, Mi Comandante”, “Si, Señor Presidente”, “Así se hará, Mi Comandante en Jefe”, “No hay problema, Señor Presidente”. Del otro lado del receptor solo salían prevenciones para ratificar la confianza en los generales y almirantes del componente armado, para corroborar la convicción de los oficiales superiores y subalternos de los cuatro componentes, para revalidar la fe de los comandantes de batallones; y para garantizar que la astilla de la traición y la perfidia no se iba a desprender de su amada Fuerza Armada Nacional en ningún momento; ni siquiera cuando las bandas armadas del régimen masacraran impunemente a la sociedad civil en las calles de la insurrección cívica y la resistencia popular.
¿Y…después? ¿Habrá un después para Hugo? Pero…¿Habrá un después para mí? ¿Cómo será ese después? Esos eran los alfileres que atormentaban a Rangel en su laberinto del quinto piso del ministerio. Ya había tenido la oportunidad de recibir del General González González, el del Comando Estratégico Operacional (CEO) algunas reflexiones muy de compadres y de compañeros de promoción que lo habían avisado y alarmado. Ya estaba seguro que los otros jefes militares manejaban otro tipo de escenarios, distintos al de enterrarse con el amigo. Los amigos se acompañan en su velorio y en el cortejo fúnebre, pero nadie se mete en el hueco en ellos. Brevemente rememoró “La Caída”, la excelente película de los últimos días de Hitler y muy fugazmente recordó las interioridades de la salida de su antecesor en el cargo, el también general Baduel y de Marisabel Rodríguez, la ex; y a quien también la mano negra de la amenaza de muerte, ya le tocó la puerta. Una nueva llamada de Miraflores lo posó nuevamente en el despacho.
Solo una situación como la del 11 de abril de 2.002 pudiera sacarnos a los militares de este laberinto y abrirnos las puertas a una decisión de beneficio para la nación. Un mar de gente en la calle en Caracas y en todo el país, como mecanismo de presión política y en contigüidad a una insurrección general de proporciones monumentales, obligaría al régimen a sacar a la Fuerza Armada Nacional a la calle y dejaría abierta la posibilidad de hacer un pronunciamiento constitucional de la institución para desconocer a la autoridad de Hugo Chávez como Comandante en Jefe y Presidente de la Republica. Ya los errores políticos y militares de aquella oportunidad no se repetirían. Otra llamada del interministerial le cortó la inspiración.
Jehová debe darme la iluminación para tomar decisiones acertadas. Ya está desplegado el Plan de Operaciones Republica para acometer el Referéndum Aprobatorio a la Reforma Constitucional presentada por el Presidente de la Republica; ojala en la transición desde esta planificación, hasta la implementación del Plan de Repliegue “Flecha” para pasar al Plan Ávila en Caracas y Soberanía en todo el país para el control de los disturbios y el orden interno; la infusión de los evangelios y la voz del altísimo me lleven a tomar decisiones acertadas para la Republica.
“A su orden Mi Comandante en Jefe, todas las guarniciones militares, todos los mandos y unidades serán leales en el cumplimiento de las ordenes, señor presidente. Tenga confianza que así será. En ningún momento el fantasma de la felonía y la traición nos ha pasado por la mente”. Por enésima vez repasó la respuesta a la fastidiosa y reiterativa pregunta del Presidente de la Republica.
La misma bandada de guacamayas del Circulo Militar lo sacó nuevamente de su laberinto y lo posó en el quinto piso de Ministerio de la Defensa.



Caracas, 29 de noviembre de 2.007

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