lunes, 14 de julio de 2003

Las jineteras de la revolución

Tal cual como se han ido presentando las jugadas del Presidente de la Republica Hugo Chávez Frías, en el ajedrez revolucionario; los antiguos militares institucionalistas actualmente activos, han pasado de esa condición, a la de mercenarios. Los verdaderos institucionalistas son los leales a la revolución y al proceso de cambios, son adoradores del líder máximo del proyecto e institución fundamental en la Quinta Republica; Hugo Chávez Frías.
¿Cuáles son las mercedes revolucionarias que han recibido nuestros inefables oficiales ex-institucionalistas, para recibir la calificación de mercedarios o mercenarios?
En primer lugar han tenido la oportunidad de pasar desapercibidos y ajenos al descuartizamiento institucional, para los ojos de los jefes revolucionarios.
En segundo lugar han seguido medrando en los cargos segundones y sin esperanza, donde han arribado sin ningún tipo de esperanza de promoción.
En tercer y último lugar, pueden continuar jugando a la política del menor riesgo. Una transición les garantiza – aparentemente – una posibilidad de reinserción en sus antiguos lugares institucionales dentro de la organización.
¿Qué aspira un mercenario de la revolución? ¿En donde cifra sus esperanzas un mercedario del proceso? ¡En una transición de su condición! Esa transición puede pasar por los traumas de cambiar de una posición a otra sin la vergüenza de rebosar en explicaciones, sin la abundancia de argumentos y arribar a una de dos condiciones, abiertamente contrapuestas.
Una de ellas sería el pasar de la condición de adversario pasivo y anémico del proceso revolucionario a la de seguidor activo y consecuente de la institución Hugo Chávez Frías. Para ello sería necesaria una demostración de fidelidad, una evidencia de lealtad revolucionaria, para lo cuál son capaces de llevarse por delante cualquier obstáculo que se oponga a sus objetivos profesionales. En su horizonte pragmático están esperando el momento oportuno, la ocasión necesaria que cuadre a sus metas. Para ello son capaces de vender su alma al diablo y su cuerpo al dios viviente a cambio de una señal, un signo, una marca en el cielo chavista.
La otra sería distinta y de signo contrario. Por esa condición de neutralidad doctrinaria ante las graves violaciones de la Constitución Nacional, de ambigüedad ideológica ante la catequización persistente a los cuadros de la organización, de indefinición política ante los hechos de violencia en el país, de institucionalidad caduca ante la nueva realidad corporativa de la organización armada; poder disfrutar de las oportunidades profesionales, una vez que se solucionen los graves problemas políticos derivados de la ingobernabilidad del régimen de Hugo Chávez Frías, y arribemos a un gobierno de transición.
Echan un tirito al gobierno y otro a la revolución en el buen sentido de la palabra. ¡Tiran en tanto y en cuanto la oferta colme sus aspiraciones personales, no importa hacia donde se impacte!. Se ofrecen políticamente al mejor postor que le cuadre su quincena profesional de estrellas, soles y cargos.
Son quienes salen con el labial rojo revolucionario tentando el beso de la muerte de los seguidores de la Madame Chávez; la falda corta de la inescrupulosidad en el manoseo tabernario de la conspiración; y el contoneo pecador y sugestivo a quien se le acerque con intenciones de jinetearlos.
Por ello dan un paso adelante y otro hacia atrás. Uno adelante, tratando de deslindarse ante familiares y amigos muy cercanos, de la condición de seguidores del proceso y otro hacia atrás enviando señales hacia el Jefe Máximo, esperando alguna consideración en las designaciones semestrales, un guiño durante el juego de softbol presidencial, algún saludo en el Programa Alo Presidente, algún mensaje con los subalternos del entorno intimo del Faraón revolucionario, algún apretón de las manos divinas que pase mas allá de cinco minutos, una buena sacudida en hombros cuando se hace la cola del saludo presidencial; algo que le suba la motivación endorfínica en los amores no correspondidos.
El Malecón pecaminoso se orienta desde las instalaciones militares donde hacen la vida oficial y publica de madres pudendas, irreprochables y dedicadas, hermanas castas y remilgosas, amigas impolutas y virtuosas, conocidas ejemplares e integras, vestales impecables y de conducta intachable; hasta el cuartucho de mala muerte y el rincón burdo y chapucero en el cual se convierten en meretrices de la sedición, hetairas de la conspiración y cortesanas de la conjura, en donde se revuelcan obscenamente en cuerpos sudorosos para la intriga y la maniobra, de donde excretan sus incitaciones sediciosas, exhalan sus suspiros golpistas, se precipitan en sus gritos insurrectos y reciben las pocas monedas para subsistir “institucionalmente”
¡Son las Jineteras de la Revolución!

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