lunes, 4 de febrero de 2008

LA GRAN FARSA

Hoy estamos cumpliendo 16 años de la más grande farsa en la historia política y militar de Venezuela. La felonía del 4 de febrero de 1.992 se inició con una gran mentira levantada por todos los jefes militares participantes de ese hecho infame e indigno para las Fuerzas Armadas Nacionales; y para las otras instituciones e individualidades que se arroparon con la perfidia y la traición de los conjurados, para alcanzar posiciones políticas en la coyuntura.
En efecto, la primera falacia operativa que derivó de los traidores de aquel entonces, fue la de embarcar a todos sus subalternos de las unidades tácticas, con la apariencia de un ejercicio táctico en los terrenos militares de El Pao estado Cojedes, para justificar la movilización de los batallones desde las sedes administrativas con todo el zafarrancho de combate. Una vez encaramados en los autobuses, la caravana de la muerte, animada por el combustible de la mentira, se dirigió hacia Caracas para enfrentar un supuesto levantamiento insurreccional contra el gobierno. Lo demás es historia conocida.
Luego de derrotada la insurgencia del grupo de militares traidores a su juramento y contenida la posibilidad inmediata de que la rebelión se propagara por otras reparticiones militares; los jefes militares integrantes del alto mando no animaron el coraje cívico y la honestidad profesional para investigar las ramificaciones de la perfidia. Es así como se habilita la figura de los sobreseimientos a la causa incoada en tribunales militares, de la gran mayoría de los militares involucrados en la felonía y las investigaciones que se seguían a otros que permanecieron en reserva. Toda profundidad investigativa se dejó de lado, todo rigor en la pesquisa se dejó a nivel de superficie sin llegar exactamente hasta los grados, los nombres y apellidos correctos.
Las reincorporaciones al servicio de todos los oficiales comprometidos con la insurrección y sobreseídos por decisión del Presidente de la Republica expresaron con el pasar de los años que al Presidente Pérez el alto mando militar de esa ocasión, no le presentó las recomendaciones adecuadas y le negó información lo suficientemente procesada.
Si alguien me pregunta en que se falló, mi respuesta obvia es que los organismos de seguridad del estado, encargados del alerta temprana a los jefes por vías del órgano regular y otras vías indirectas, fracasaron en el antes, durante y después; para llevar hasta el nivel de decisiones correspondiente, inteligencia útil. Fracasaron los organismos de seguridad porque los jefes militares de la época no facilitaron que el paso numero 4 del ciclo de inteligencia (Difusión de la inteligencia) no llegara hasta donde y como tenia que llegar.
La permanencia en los cargos en algunos casos y la remoción de otros destinos militares; y la lenidad en impedir que el brazo de la justicia militar alcanzara hasta las responsabilidades de los oficiales generales y almirantes, cuya negligencia facilitó la organización, la planificación, la conducción y la ejecución de la rebelión militar del 4 de febrero de 1.992 es otra verdad que se estruja en la cara de los responsables de presentar recomendaciones, de tomar decisiones y de elevar ante el ciudadano Presidente de la Republica y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Nacionales manifestaciones que pudieran impedir la consumación de aquella rebelión. La historia transcurrida durante 16 años se ha encargado de levantar el mentís más categórico, a cada una de las versiones oficiales que han circulado en libros y biografías.
En la institución armada no hay cultura de la renuncia al cargo, para no evadir las responsabilidades inherentes que le ha transferido la republica al profesional militar. Pero existe la figura legal de solicitar su pase a la situación de retiro para desengancharse de los compromisos organizacionales y dejar en libertad al superior jerárquico, para tomar decisiones. Lo ético, lo moralmente aceptable ante una sociedad civil que fue sorprendida por los cañonazos del 4 de febrero de 1.992, hubiese sido que todo el Alto Mando Militar de esa oportunidad presentara su solicitud de pase a la situación de retiro; en una suerte de aceptación de las responsabilidades por esos sangrientos hechos y facilitar a una nueva estructura de mando, aséptica de esos hechos, la posibilidad de investigar hasta el hueso todo genero de responsabilidades derivadas e iniciar un proceso de decisiones en todos los niveles organizacionales que contuviera cualquier brote de naturaleza insurreccional y encaminara a la institución por la senda del derecho, la democracia y la paz. No fue así y 9 meses después desembocamos en otra insurrección el 27 de noviembre de 1.992.
Una nueva jefatura en las Fuerzas Armadas Nacionales hubiera develado, quizás, las responsabilidades imputables a otros jefes militares de administraciones anteriores; cuya actuación también facilitó que el camino de la insurrección fuese mas expedito y que la conspiración prácticamente fuera, a cielo abierto. Es la única manera de justificar la ausencia de decisiones en todos los niveles, disponiéndose de tanta información que apuntaba con nombres y apellidos, con lugares específicos, con documentos reales.
Privaron en esa oportunidad las mentiras y las medias verdades que se le informaron al entonces Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Nacionales y Presidente de la Republica. En otras se le negó información pertinente y útil que dejaba en tela de juicio la competencia, la actitud, la aptitud y la honestidad inherente a las altas responsabilidades de la seguridad y la defensa del país.
Las interioridades de la rendición de Hugo Chávez ese día, su prisión en el Cuartel San Carlos y en la cárcel de Yare estado Miranda; y todo lo que decantó hacia las Fuerzas Armadas Nacionales es otra colcha de mentiras que se remendó a partir de los 17 segundos de exposición mediática en el Ministerio de la Defensa con la famosa expresión del “por ahora” y la admisión de la responsabilidad por el movimiento rebelde del 4 de febrero.
Todos los militares sabemos que la antigüedad es un grado, como coloquialmente se dice; y Hugo Chávez no era en esa ocasión el oficial más antiguo. Ni entre quienes participaron activamente, ni entre quienes solapadamente se mantuvieron en la reserva. Privó eso si, el sentido de la oportunidad de ese entonces y de allí en adelante era difícil alterar el curso de la historia que llevó a Hugo Chávez hasta la Presidencia de la Republica. La investigación parcelada y tendenciosa dejó de lado las responsabilidades de los oficiales generales y almirantes comprometidos con la asonada.
Otra verdad que aun duerme el sueño de los justos, es el grupo de civiles comprometidos para asumir las responsabilidades de gobierno, una vez que la rebelión militar depusiera a Carlos Andrés Pérez de las altas responsabilidades de Primer Magistrado Nacional. Los nombres de Rafael Caldera, Arturo Uslar Pietri, José Vicente Rangel, Ramon Escovar Salom entre otros; parte del grupo de notables que se habían convertido en una suerte de relámpago del Catatumbo para alumbrar los errores políticos del régimen; forman parte de las exactitudes no asumidas en estos 16 años transcurridos desde esos lamentables hechos; pero que el tiempo se ha encargado de presentar como una realidad impecable.
La llegada de Hugo Chávez al poder por la vía electoral el 6 de diciembre es una verdad impecable; eso no se puede demeritar. La farsa adicional a las anteriores es la manera como se tejió un sinfín de complicidades militares dentro de las Fuerzas Armadas Nacionales y en particular en el Ejército. La mentira y la simulación campearon desde el mismo momento en que Hugo Chávez levantó su vivac en la prisión. Con la misma apariencia y fe que algunos de los actuales jefes militares de la revolución bolivariana peregrinan hasta La Habana para tirarse fotografías con Fidel Castro y la conservan en el recibidor de su casa para estrujarle a los visitantes su condición revolucionaria; asimismo muchos generales y almirantes comprometidos desde antes del 4 de febrero de 1.992 con la felonía de ese día, enviaban papelitos, comisionaban a emisarios, permitían comodidades en la prisión, organizaron un alto mando militar de sombra después del sobreseimiento a Chávez, que inventó la tramoya del famoso golpe de estado liderizado por el General de División Rubén Matías Rojas Pérez, entonces Comandante General del Ejercito; una ficción sobre la cual se montó cualquier cantidad de mentiras y falsificaciones.
Todo apunta que el famoso juramento ante el Samán de Güere, el 17 de diciembre de 1.982 es otro mito fabricado en esa gran fábrica de añagazas que es Hugo Chávez. Sus mismos compañeros se han encargado de bajar de ese pedestal revolucionario un hecho que no tiene base histórica y que no soporta una investigación de los destinos militares de los supuestos protagonistas en esa oportunidad.
El sobreseimiento a la causa judicial por rebelión militar que se le seguía Hugo Chávez y a los otros jefes militares del 4 de febrero de 1.992 alegando causas de pacificación del país y para evitar otra rebelión es otra apariencia que se le ha vendido a la opinión pública. La historia se ha encargado de desnudar en toda su realidad, la verdad de esa otra intriga palaciega y componenda maquiavélica.
Desde el 2 de febrero de 1.999, cuando Hugo Chávez jura como Presidente de la Republica el país ha sido sometido a un tsunami de embustes y ha levantado una republiqueta (la V Republica) con una escenografia intrigante y una tramoya conspirativa para combatir la corrupción, la politización de las Fuerzas Armadas Nacionales, la entrega de la soberanía y la persistente violación a la Constitución Nacional. Eso, que fue la bandera enarbolada el 4 de febrero de 1.992, es una verdad del tamaño de la Gran Muralla China en este momento.
Si en aquellos momentos se esgrimieron esas razones para insurgir contra el estado de derecho, en este momento esas justificaciones se han elevado a niveles exponenciales y justifican sobremanera la actuación constitucional de la Fuerza Armada Nacional.
Ese conjunto de realidades montadas sobre mentiras, invenciones, fraudes y falacias son una verdad irrebatible de la condición artificiosa de este régimen.
Mentiras, teatro, papier maché, escenografia, comedia, cartón piedra, televisión, puesta en escena, actores, sainete, bufonadas, parodias, pantomima y ficción son el signo característico de este régimen de celuloide y mas propio del realismo mágico de García Márquez o la ficción de Steven Spielberg, que salido de las urnas de un ente electoral.
Y eso que no vamos a tocar en el análisis la entrega de los rehenes de las FARC-EP y el reciente secuestro de un grupo de venezolanos en una agencia bancaria de Altagracia de Orituco, que tocan mas los limites de la teatralidad política y el melodrama de circo, que la realidad de una tragedia que es el día a día de los venezolanos en la inseguridad.
Si hay algo que podemos concluir en estos 16 años, es que el manejo de la mentira como arma política y militar por la nomenclatura del régimen, ha sido el estandarte en torno al cual han construido un imperio de papier maché.
En 16 años transcurridos desde el cuartelazo de 1.992, han salido a flote muchas verdades y se han desnudado cualquier cantidad de mentiras levantadas por Hugo Chávez y su combo de mitómanos. La sociedad civil esta a la espera de que salgan las verdades que están latentes y de las que todos sospechan que alcanzan a muchas reputaciones consagradas.
La única verdad actual de la felonía del 4 de febrero de 1.992 es que Hugo Chávez y todo su combo de felones militares y civiles que lo han acompañado durante esta revolución de opereta; han sido una gran farsa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lorenzo,

Acuerdate que era Lunes de Carnaval. Día de sacar las carrozas con las reinas. Y el rey Momo como máxima autoridad. Y la comparsa de disfraces verde oliva y camuflaje al compas de la orquesta, perdón, banda marcial. Sólo faltaba la Brahma, pero de repente había COCA. No te lo tomes tan en serio. Era lunes de Carnaval, te repito.
La pregunta es: ¿Cuando carajo se caerán las máscaras?