domingo, 19 de junio de 2005

Dos pañuelos, peine, cortauñas y Codigo de Honor

Honor: es equivalente a dignidad, decoro, distinción, honradez, conciencia, decencia, honestidad, nobleza, probidad, entereza, lealtad, recato, pudor, vergüenza, gloria.

Los institutos de formación profesional de la Fuerza Armada Nacional (FAN) manejan mucho el concepto del honor. Existen Consejos de Honor para valorar las faltas al honor; existe un honor militar, así como existe ¿un honor entre rateros? Cantamos al honor al levantarnos, durante la primera formación de trabajo y durante todo el día estamos rindiendo culto al honor hasta en la noche cuando las notas de del corneta llamando a Silencio, nos señalan que ese día, fuimos cadetes honorables. Y se trabaja durante los cinco años de formación con un cartoncito que se llama el Código de Honor del Cadete, en el cual una de las faltas más graves, es no cargarlo en el bolsillo y sabérselo de memoria, acompañado con dos pañuelos, un peine y un cortaúñas.

Cuando un cadete va a salir a la calle franco de servicio en su paseo de fin de semana, la primera revista que se le hace en la formación es “Dos pañuelos, peine, cortaúñas y Código de Honor”. Antes que revisarse la presentación personal y el cumplimiento de tus obligaciones académicas, militares y disciplinarias; la presentación del paquetico con los dos trapitos blancos e impecables, el peine de carey, el cortaúñas metálico y el decálogo empastado con las normas nobles, tenia que estar a la mano.Manos impecables estiradas al frente en posición horizontal y escrupulosamente manicuradas para pasar revista del corte de uñas y el uso del aparatico en cuestión, sonadores de moco intachables en la blancura y la nívea presentación y por supuesto el Código de Honor del Cadete; suerte de tablas de la ley del Dios “Superior” que te obligaba a recitar al caletre todos y cada uno de los artículos; bajo pena de pagar doscientas presentaciones como mínimo o si estabas de mala, una soberana “mierdera”.

No cargar ese ajuar de honestidad, esa dote de probidad, ese capital de distinción y ese menaje de decencia que significaba el pasaporte hacia el Olimpo de la Vergüenza y el recato del Instituto de Formación Profesional de donde se procediera (Academia Militar de Venezuela, Escuela Naval de Venezuela, Escuela de Aviación Militar y Escuela de Formación de Oficiales de la Guardia Nacional, según fuera el caso); significaba que automáticamente ibas a uniformarte de “Campaña a toda vela” y pasar todo el sábado y domingo redoblando paso en el Patio de Ejercicios, mientras que tus compañeros de promoción y de farra sabatina, disfrutaban de su permiso.

Así es la vida de formación profesional del futuro oficial de la Fuerza Armada Nacional y así se machacaba conscientemente para que se internalizara el concepto del Honor. Un estribillo que se subraya de manera porfiada en toda suerte de contingencia castrense. Para todo hay que apelar al honor.

Desde el toque de Diana hasta el toque de Silencio, la vida de los cuarteles es una especie de culto permanente al honor. Incluso hasta para dormir en las formas, maneras y atributos, el militar sigue en una inquebrantable fe en el camino de alcanzarse en su Nirvana particular, en el cultivo del valor del honor.

El Himno de la Academia Militar de Venezuela (el Alma Mater del componente Ejercito) remacha que a la patria debemos una contribución de inmortal agradecimiento y de amor, porque este había sido fundado para hacerlo guardián de su honor; igualmente si revisamos el de las otras escuelas observamos que se repite la palabra honor con cierta ratificación hasta fastidiosa.

El Himno del Ejercito en la segunda estrofa señala que “y si el brazo extranjero se atreve, a infamar de este suelo el honor, antes muerte mil veces nos llegue, que rendirnos al torpe invasor”.

El himno de la Armada de Venezuela reza “Al combate valientes marinos, nada importa morir en la mar, si se salva el honor militar, y la patria y sus nobles destinos.”

Los aviadores no se refieren al honor de manera textual pero hablan del patrio decoro cuando entonan hasta el fastidio, con el pecho lleno de aire: ““Aviadores unidos juremos, en las notas del himno sonoro, que luchando hasta el fin moriremos, en resguardo del patrio decoro”.

La Guardia Nacional que tiene como lema “El honor es su divisa” se desgañita en los patios de formación en su coro “Ante Dios y la Patria juramos, con sincera y profunda emoción, que el deber por consigna llevamos y por alta divisa el honor”.

En fin, el honor es un comodín que sirve de escudo en la propia vitalidad de la Fuerza Armada Nacional (FAN); sirve para todo y sirve para nada. Convenientemente, en las posiciones de poder sirve para perseguir, para hostigar, castigar, reprimir, sancionar y amenazar; pero como modo de vida, como balanza y equilibrio en las actuaciones del poder militar, como coco cuando se va a meter la mano y otras extremidades en las arcas publicas, es mejor que continúe en el sótano de la indignidad y dejarlo para esas ocasiones rimbombantes de las fiestas patrias, cuando los cadetes desfilan con sus uniformes impecables, sus zapatos pulidos, su paso marcial y sus anhelos de coronar exitosamente su carrera profesional; sin pensar que mas allá de la entrega del sable en la ceremonia de graduación conjunta, hay una vida de trapisondas, de zancadillas, de maniobras arteras contra el honor militar.

Estos tiempos revolucionarios me han permitido aclarar algunas dudas que arrastraba desde los lejanos tiempos de cadete, ante esos requerimientos compulsivos que hacían algunos superiores, cada vez que estaban ladillados y querían desestresarse; de exigir a todo subalterno que se le atravesara en el camino, con actitud de malandrín y entonación de quien esta pidiendo peaje en cualquier callejón de barriada: “Epa Cadete, dos pañuelos, peine, cortaúñas y Código de Honor”.
Ante tanto asalto a las arcas publicas por parte de nuestros uniformados, ante la invasión cómplice de Fidel Castro y sus barbudos, ante la destrucción de la organización por la lenidad de sus mandos capones, ante la disminución de la cacareada soberanía, ante el desprestigio de sus cuadros militares, ante la desinstitucionalizacion de la Fuerza Armada Nacional, frente al peligro de la desaparición de la unidad nacional ante las mentes estólidas del Alto Mando Militar; en fin ante tanta cobardía personal, blandura grupal, temor colectivo, sumisión institucional., genuflexión lacayuna, apocamiento de escroto, humillación organizacional, capitulación unitaria, rendición histórica y entreguismo manifiesto de los bufones con soles que hacen cabeza en la organización militar; he conseguido al fin una justificación para cada uno de aquellos requerimientos de la vida de cadete.

Soy fanático del cine y me rindo ante la trilogía cultivada en la saga de Francis Ford Coppola en El Padrino. Pero, al mismo tiempo, filmes como El Golpe, El Gran Gatsby, Los Intocables, etc. tienen mi atención y forman parte de mi colección particular, que reduce, hasta niveles manejables, el stress revolucionario de la coyuntura cuando las proezas de la nomenclatura del régimen no concilia lengua y cerebro, razón y pasión, verbo y hecho; normalmente en la mayoría de sus actuaciones.

He aprendido de esas cintas que un verdadero mafioso debe atender a unas formas en su vestuario y presentación, más allá del delirio. Y que observa hasta la muerte, el cumplimiento de unos códigos para mantener vigente su organización delictual, sobre el templo del honor.Quien se salga de esas formas, no asciende en el escalafón del delito, y la muerte es la consecuencia de salirse de la carretera que lleva al Obelisco que se levanta en el campo del delito, que es el honor.

Un delincuente de altura debe tener las uñas escrupulosamente manicuradas y las manos celosamente amansadas con cremas y protegidas con la blancura de los guantes.
Un mafioso que se precie, debe trazar rigurosamente la carrera de su peinado y no permitir que una greña de su corte militar se salga de formación.
Uno de sus níveos pañuelos debe estar presto para secar alguna indiscreta gota de sudor que corra imprudente por sus cuidadas y lisas mejillas, después de una rigurosa y meticulosa afeitada a navaja limpia.

Pero, complementando esas maneras, el cartoncito que decanta en el decálogo de las virtudes militares y que se conoce como el Código de Honor, tiene muchas aplicaciones y es el fiel de la balanza en las actuaciones de los militares venezolanos.

Mientras no se cumplan los diez artículos reseñados en él, sus integrantes sigan aferrados al código de la Omerta y no se ajuste el comportamiento militar a ese decálogo, la Fuerza Armada Nacional (FAN) tendrá comportamiento de mafia siciliana, de Camorra napolitana, de Cosa Nostra, de organización delictiva de cuello blanco y no pasara de ser otra organización con El Padrino Don Giorgio Luigi García Carneiri ejerciendo funciones de Capo di Tutti di Capos; los comandantes de componentes como Capos de Familias, el cuerpo de generales y almirantes como Capos de familias menores, el resto de los cuadros militares como soldados y las funciones institucionales, consagradas en el articulo 328 y 329 de la Constitución Nacional de la Republica Bolivariana de Venezuela las parcelas del delito correspondiente a prostitucion, drogas, protección, juego, licores, etc. que corresponden a la mayor fuente de ingresos de la familia.

Todo esto queda confirmado, con la reciente decisión, argumentada en corrupción, del Presidente de la Republica de desactivar una Unidad de Maniobra de la familia Carabinieri para asignarle ese territorio a la familia Badueli, con lo cual el oro, los diamantes, la madera, la prostitución, las drogas, el trafico de humanos y de combustible en el sur del país, pasan a ser el Chicago exclusivo de esta familia y sus ejecutorias organizacionales, fuente de la inspiración de Mario Puzo.

Moraleja: Un sábado de abril de 1974, en el dormitorio del tercer pelotón de cadetes de la primera compañía, de la Academia Militar de Venezuela; el sub.-Brigadier Jorge Luis García Carneiro, pulía con toda la paciencia del mundo sus brodequines, la hebilla y el correaje del uniforme de paseo. En un rincón de su litera, parado firme, con vista al frente saludo y rumiándose toda su arrechera del plantón de dos horas, estaba el Cadete de Primer año Andrés Cantón Álvarez. Garnica (así le decían confidencialmente sus subalternos también) pasaba en círculos pausados el algodón impregnado de agua y crema de zapatos, que iba arrancando la pulitura destellante en la negra superficie del calzado de paseo, mientras le remachaba verbalmente, con cadencia paquidérmica al cadete subalterno, tratando de quitarle la mayor cantidad de bilis; “¿Entonces, Cantón? ¿Cantón, entonces? ¿Te sabes o no, el articulo 6 del Código de Honor? ¡Vamos a repetírtelo nuevamente de memoria! Y se arrancaba muy lentamente, haciendo énfasis en las palabras, por enésima vez en esas largas dos horas de ladillismo, con; “Prometo guardar culto al valor, a la honestidad y a la verdad; que practicare y mantendré. Aun con riesgo de mi propia seguridad y bienestar”.

Otra Moraleja: Otro sábado, de noviembre de 1975, en el Puesto de Comando del entonces Puesto Fronterizo de Carretal, jurisdicción del municipio Mara del estado Zulia, el flamante Subteniente de Infantería Jorge Luis García Carneiro, recibe la visita en su oficina, de un compañero de trabajo, que estaba en preparativos para organizar su matrimonio. Bien dateado que estaba este, de que Garnica tenía en el depósito una cantidad considerable de güisqui decomisado en los camellones chirrincheros a estos pobres que defiende ahora en la revolución; se había acercado hasta la instalación fronteriza para convencerlo de que le vendiera el licor para la fiesta, a un precio de “compadres”. Una replica en tamaño gigante del Código de Honor del Cadete, hace fondo en la oficina de Garnica, mientras su compañero se lanza de frente con la tarea de ablandamiento verbal.-¡Compadre, véndame 20 cajas de güisqui, déme un buen precio, no me lo ponga muy alto!-¡No, compadre, lo mínimo que te voy a dejar la caja es a trescientos bolívares! ¡Con menos, voy perdiendo! Le retrucaba Garnica con argumentos de beduino y la misma paciencia con que pulía sus brodequines, para irse de permiso.-¡Compadre, no se haga el duro; que yo sé que ese güisqui no le costó a usted, nada! Se aventuro el colega de Garnica con la esperanza de que este cediera en el regateo.-¿Cómo que nada compadre? ¿Y mi honor? Ese lanzazo fue suficiente para cerrar la operación comercial del güisqui.

Los dos pañuelos, el peine, el cortaúñas y el Código de Honor de la época de cadetes no son distintos a estos de los predios revolucionarios.
Poco sudor, poco desmelenamiento y uñas exageradamente largas hacen la diferencia en el Código de Honor de estos mafiosos revolucionarios.
Honor: es equivalente a dignidad, decoro, distinción, honradez, conciencia, decencia, honestidad, nobleza, probidad, entereza, lealtad, recato, pudor, vergüenza, gloria.

¡Don Giorgio, L'Omerta è stato finito, Nostra vendetta è presto! ¡L'onore venezuelano l'esige!
Vieja canción de marcha de los soldados;

“Oh patria mía, patria querida, voy a la guerra, a luchar por ti; mas cuando vuelva, sin que sea vencido, guardián de mi patria, velare por ti. Honor, honor, honor a Venezuela, los buenos soldados, siempre guardaran. Honor, honor, honor a Venezuela, los buenos soldados, siempre guardaran”

3 comentarios:

Anónimo dijo...

el que escribe esto, en primer termino un civil resentido que lucha con sus propias frustraciones, incapaz de entender un sistema de adoctrinamiento y reforzamiento de conducta, vital para la formacion militar de cualquier ciudadano proveniente de nuestro pueblo..la ignorancia que transmite huele a Azufre!

Anónimo dijo...

Para anonimo, de otro anonimo: soy militar (retirado pero militar al fin) y de paso de los "Sangre Azul" de la Academia, calienta un poco tu materia gris y trata de etender lo que alli se dijo. El honor del cual se impregnaba a los Cadetes de la Academia, de nada le sirvio a los ahora militares revolucionarios, que no lo practican, es todo, asi de sencillo. Me explique?

Anónimo dijo...

No creo que Lorenzo sea un civil resentido, es casi seguro que sea un militar resentido ya retirado, si bien es muy cierto lo que allí refiere, ya que lo viví, en mi época los alféreces salían y entraban por el Salón de Honor (Grand Hall)después del toque de silencio para ir a buscar pollo al caviar, si eres de la Amil o efofaco sabrás de que hablo, como dice al comienzo, el sempiterno Código era mas una herramienta de linchamiento que otra cosa, también presencié cuando un General de División Inspector General del Ejército le quito el código de honor al cole' banco de la prevención y luego lo mostró como suyo ante el batallón de cadetes durante una conferencia en el teatro, Yo al menos mantengo una copia de mi código de honor original, en cuanto al código de honor, éste era leido diariamente durante la formación de lista y parte de lunes a viernes, hasta que un alférez de la José Felix Blanco (1.975-79), de apellidos Latan Rosales, se le ocurrió la brillante idea de recitarlo de memoria, a partir de ahí nos jodimos y tuvimos que aprendérnoslo de memoria... al primer anónimo le digo, a lo mejor el que huele a asufre eres tú y proyectas tu personalidad sobre Parachoques...