lunes, 10 de mayo de 2004

El show de los "paracos"

La presencia de ciudadanos colombianos, desarmados, uniformados con el “camuflado” del Ejercito Venezolano y su posterior detención por los organismos de seguridad del estado el día 9 de mayo de 2004, en la hacienda Daktari, jurisdicción del Municipio Autónomo El Hatillo, propiedad del ciudadano Robert Alonso; hermano de la conocida actriz y cantante Maria Conchita Alonso, tiene todos los ribetes de un show montado por el régimen.
En cada ocasión que el gobierno dispone de iniciativas para arrinconar políticamente a la oposición, mete las extremidades hasta niveles exagerados y deja ver las costuras de las bufonadas. En esta ocasión, el régimen deja muchos cabos sueltos que obligan a concluir en la chusca operación militar-policial que culmino con la detención y persecución de los ¿paramilitares? colombianos.
La primera pregunta que surge de la ejecución de esta operación es ¿Por qué la ausencia del componente armado de la Fuerza Armada Nacional, ideal para combatir a estos irregulares?
La ausencia prioritaria del Ejercito Venezolano obliga a plantear muchas inquietudes derivadas de la seriedad de la planificación y posterior ejecución. Jamás en la historia operativa del componente terrestre, se dispuso de un dispositivo, una composición y una fuerza de un enemigo tan numeroso y precedido de una experiencia de combate, como las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC).
Ni siquiera en la época del combate contra la guerrilla castro-comunista de los años sesenta, la Fuerza Armada Nacional (FAN) tuvo la oportunidad de enfrentar una columna enemiga con la cantidad y la calidad del oponente detenido. Si esto se apreció así, en el documento de inteligencia producido por las agencias del gobierno, no ha debido descargarse la responsabilidad de esta operación en el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalisticas (CICPC), los Comandos de la Disip y la unidad de la Guardia Nacional responsable de la seguridad en el sector.
La única explicación doctrinaria a la que se puede apelar, es la incapacidad del componente terrestre para enfrentar ese enemigo y ello puede traducirse en la pérdida de la capacidad de combate y bajos niveles de apresto operacional que son característicos del Ejército, en estos tiempos de revolución y megamercados.
La otra respuesta es la escasez de confianza del Alto Mando de la fuerza hacia el régimen y eso obliga a concluir en la contundencia de la bufonada; o al revés Chávez desconfía del Ejército, de allí la asignación de esta responsabilidad operacional en García Carneiro, Villegas y Rodríguez Torres. Ni siquiera el Comando Operacional Militar, responsable de la planificación y ejecución de las acciones conjuntas y unificadas fue involucrado, el Comando Unificado de la Fuerza Armada Nacional (CUFAN Nro. 1) y eso ya es mucho decir.
El gobierno ha ratificado que tenía conocimiento de la presencia de estos sujetos en la zona, por un tiempo aproximado de 45 días. La mejor manera de negar esta afirmación es haciendo una investigación de campo, en el mismo lugar de la instalación del supuesto vivac de los irregulares
La permanencia en esa zona de ciento treinta (130) combatientes origina una logística muy difícil de ocultar. Para comenzar, el ingreso de esos milicianos al territorio venezolano es una operación de filigrana, difícil de ocultar a los organismos de seguridad del estado, haciendo abstracción de la complicidad interna; luego está, el traslado hasta el sitio definitivo (Hacienda Daktari), que a juzgar por la información del día de la operación, esta se realizó en cambote y sin ninguna previsión de seguridad.
La alimentación de un grupo tan numeroso, también provoca unas estimaciones considerables en esta clase de abastecimiento y ni hablar del agua y la higiene. Sin ánimo de ser ordinaria en la estimación, el cálculo de deposiciones diarias de 130 personas concentradas por al menos 45 días, es una miasma tan difícil de ocultar, como los errores de este gobierno.
Los otros detalles como el uniforme recién desempacado, el corte militar al rape, la cara de susto de los bisoños milicianos, el guión de la televisión oficial para involucrar a la coalición opositora, la responsabilidad de Estados Unidos y el embajador Shapiro, el Bloque Democrático, los militares de Altamira, la Coordinadora Democrática, el General Felipe Rodríguez, las declaraciones del combatiente encapuchado, la guarimba, el Gobernador Rosales, Carlos Andrés Pérez, Globovisión, Venevision, Gustavo Cisneros, la presencia del Ministro de la Defensa y del Director de la Disip de maneras deportivas y fashion; son zarandajas del análisis, pero que contribuyen a darle contundencia a la tesis del show y la parodia gobiernera.
Con esta opera bufa, montada por Hugo Chávez, el caso de los muertos de Fuerte Mara, el Referendo Revocatorio, el ahogado de Socuavó, la Operación Remate, el Distinguido Barroso, la ofensiva diplomática norteamericana, la violación de los derechos humanos por parte del régimen, el caso Zambrano, etc. pasan a un discreto segundo plano y mientras tanto el régimen chantajea mediaticamente a la oposición, el país en general y la comunidad internacional.
Las tres líneas mas importantes que derivan de este sainete del régimen son; el temor de Chávez a una reacción del Ejercito, la consolidación de la Guardia Nacional como la guardia pretoriana del régimen y la activación de los mecanismos represivos contra la dirigencia opositora.