domingo, 26 de octubre de 2003

Un año de la Plaza Altamira

El 22 de octubre se cumplió un año de la jornada de la Plaza Altamira. Después de doce meses de la travesía disidente del Obelisco de la Plaza Francia, es necesario hacer un alto en la jornada, para hacer un inventario de los logros de la misma; por supuesto haciendo la óptica, desde el punto de vista de la planificación, la ejecución y los resultados.
La presentación de los catorce oficiales generales y almirantes ante las cámaras de televisión, en cadena transmitida en esa oportunidad, generó una gran expectativa y contribuyó a incrementar la esperanza de solucionar el grave problema político que aqueja a la sociedad venezolana.
Confieso que fui uno de los tantos venezolanos que cifró bastantes esperanzas en que ese hecho comunicacional, publico y notorio se convirtiera en el desencadenante de otros, que culminarían con la salida del Sátrapa de Sabaneta, de los predios miraflorinos.
No conozco las interioridades de las apreciaciones desarrolladas por el liderazgo del grupo original que se presentó en la plaza, para arribar a la decisión de leer el manifiesto previo y luego, la determinación de hacer vida física, política, mediática, romántica, financiera y militar desde la tarima surgida, por arte de la taumaturgia, en esos rápidos acontecimientos masivos y populares que convirtieron; a ese sector del municipio Chacao, en una suerte de estado de Chiapas; a los adherentes de esa jornada en revolucionarios zapatistas; al General Enrique Medina Gómez en un Sub Comandante Marcos fashion de pasarela, atildado y fragante con un Cohíba Esplendidos de 178 m.m de longitud por 18,65 m.m de diámetro, calibre 47, de sabor medio fuerte de 41.000 bolívares la unidad; y en general a todos los que pusieron sus esperanzas en esa jornada, en militantes de una verdadera revolución política que al menos arribaría a resultados concretos, al propiciar la salida expedita del palacio de Misia Jacinta, a su inquilino detestable y fugaz.
Antes de apreciar esa jornada en sus interioridades, es menester también, valorar los días previos que decantaron en la fecha del pronunciamiento de los catorce oficiales generales y almirantes ante medios de comunicación social.
El 10 de octubre de 2002 se realizó la más gigantesca manifestación popular convocada por la disidencia al régimen. Los cálculos conservadores estimaron la presencia en la calle, de más de ochocientas mil personas y todos en general concuerdan en arribar a estimar en un millón de personas movilizadas, esperanzadas en oír de alguno de los oradores de la tarima, la voz que los encaminaría hacia el Palacio de Miraflores. Mucha mas gente de la convocada y motivada el 11 de abril de 2002.
Las intervenciones de los líderes opositores autorizados para “tarimear”, se limitaron a evaluar la situación política de ese entonces y a arengar pacíficamente a la enorme masa cívica que esperaba oír otro tipo de mensajes, otras señales, otras flechas que indicaran caminos distintos al precisado por los predicadores.
La gran mayoría que marchó e hizo ondear banderas a los compases de pitos y coros musicales, aspiraba una pista que le señalara el rumbo del Palacio de Miraflores.
Cuando el Presidente de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Carlos Ortega, finalizó su discurso; un gran sentimiento de frustración invadió a los marchistas. Una inmensa ola de desengaño, bañó la rabia contenida del millón de almas que aspiraba llegar hasta las rejas del palacio presidencial y arrastrar hasta el tribunal de Fuenteovejuna al inquilino miraflorino.
Ese fue el momento para hacer su aparición en la tarima, de un Coronel del Ejército, correctamente uniformado de campaña y arengando para que se iniciará un gran paro cívico, solicitando la renuncia del Presidente de la Republica y requiriendo, en nombre de la gran concentración y la solidaridad de días previos, la presencia ante la muchedumbre movilizada, del liderazgo militar encarnado en los oficiales generales y almirantes, para que encabezaran y dirigieran la concentración hacia el recinto presidencial.
Esa aparición en tarima de un militar en situación de actividad, generó cualquier variedad de opiniones sobre el particular. Recuerdo en especial, la de dos políticos; el uno Secretario General de un partido, el otro ficha importantísima de la actual Coordinadora Democrática (CD), descalificando a priori la participación “inoportuna e inconveniente” de un profesional militar en un acto de carácter político. Mas tarde, luego de la aparición de los oficiales generales y almirantes en el Obelisco, estos censores y calificadores oportunistas y calculadores, fueron fichas asiduas y permanentes de la tarima de la plaza de Altamira, en solidaridad conjeturada y presupuestada, para una jugada posterior.
¡Ni hablar de la declaración pública, descocada y canallesca, ante un tabloide de claro perfil oficial, de un tornapulerico ex ministro de la defensa del actual régimen! ¡Por cierto, también visitante compulsivo y pertinaz de los predios de Chacao en su época de mayor efervescencia de masas!
Los intríngulis de la presencia en la tarima del 10 de octubre de 2002, de ese solitario y arrojado militar; dejaron lugar para una gran cantidad de especulaciones y conclusiones, en las que el valor, el coraje, la audacia, el arrojo, la intrepidez, la gallardía y sobre todo la solidaridad y la consecuencia de los jefes militares de la disidencia; que posteriormente se lanzaron al ruedo del obelisco; quedaron en duda.
El 14 de octubre, la detención y prisión de este militar, como producto de esa fugaz aparición en el acto del 10 de octubre de 2002, empezó a desarrollar cualquier cantidad de especulaciones y conclusiones sobre el particular, en las que todas orbitaban alrededor de la escasez de solidaridad y otras cosas, y el culillo de los oficiales generales y almirantes disidentes, para enfrentar situaciones en las que la libertad y la vida, eran los riesgos mas importantes.
El 21 de octubre se hizo pública la noticia de ir a un paro general en los días más próximos, anuncio hecho por los miembros de la Coordinadora Democrática (CD).
El 22 de octubre de 2003, doce días mas tarde de la gigantesca concentración de la Avenida Bolívar, la decisión de presentarse ante los medios de comunicación y luego levantar el vivac del Área de Reunión (AR) en Altamira, confirmó lo que en mentideros políticos y públicos en general, eran comidilla relacionada con la falta de unión y la inconsecuencia de los oficiales generales y almirantes disidentes con sus subalternos. Pero, esas son discreciones que en su debido momento, saldrán a la luz pública y arrastrarán con ellas ciertas “reputaciones consagradas y nulidades engreídas”.
Más allá de la valoración de la decisión de la Plaza Altamira, lo más importante es determinarse ¿que ha podido obtenerse de ella? Recuerdo en particular, que como producto de su funcionamiento interno, las costuras de un liderazgo militar pegado con almidón, empezaron a hacer aguas y a engendrar las facciones internas que degeneraron en el archipiélago actual de intereses.
La escasez de visión estratégica para desmontar la Plaza fue una de los elementos más característicos, de los líderes del lugar. Privó por encima ello, la solución de los problemas del día a día; el inmediatismo generó en los jefes de la plaza una segmentación de las responsabilidades y una replica de las taras institucionales de la corporación militar formal. ¡Cada quien estaba cuidando la parcela de sus intereses!
Recuerdo asimismo, la propuesta de encabezar, todos los lideres de la plaza, la marcha organizada por la Coordinadora Democrática (CD) para la entrega de las firmas del referendo consultivo el día 4 de noviembre; la cuál no tuvo ningún tipo de eco interno, con argumentos de seguridad y otras zarandajas, en las que privaba fundamentalmente el temor de ser agredidos por las turbas chavistas. Nuevamente el fantasma del culillo se paseaba por los dominios del monolito.
La otra propuesta oportuna de desmontar la plaza y que no tuvo respuesta por parte de los jefes de la misma, fue la solicitud para la participación activa y entusiasta en las jornadas del paro de diciembre. Ninguna de las marchas de la Coordinadora Democrática (CD) con motivo del paro cívico se inició, pasó o finalizó en el Obelisco. A partir de ese momento, las diferencias surgidas entre la Coordinadora Democrática (CD) y la Plaza Altamira habían tomado claros niveles de enfrentamiento.
Ese fue un franco mensaje de deslinde que no supieron interpretar a tiempo los líderes militares disidentes. Y era claro, ya todos se sentían amarrando sus caballos en las rejas de Miraflores y no estaban dispuestos a compartir las mieles del poder con los “comeflor” de la coordinadora.
El poder de convocatoria estaba atesorado en los predios de Chacao y hacia allá debían dirigirse las solicitudes, los cortesanos, los papeles, los gabinetes y las carpetas de las juntas que debían encabezar la transición.
Todo aquel que no pasara por la gracia y el sosiego de las volutas fragantes del Cohíba encendido y certeramente guillotinado del General Medina Gómez, era un cabeza e’ ñema.
La banalidad con que se abordó el tratamiento de la misma, degeneró en una condición pedestre y ramplona. El divismo de muchos de sus integrantes provocaba pasarse a las filas del chavismo y en muchas ocasiones esta circunstancia ocasionaba unos formalismos protocolares innecesarios y absurdos. La condición de héroes, autoproclamada en la mayoría de las veces por jefes militares que el día anterior a su pronunciamiento, aún jalaban el mecate chavista del régimen; provocaba comentarios sardónicos e inconvenientes dentro y fuera de los cuarteles.
El epicureismo desatado de muchos de los líderes de la jornada, fue otro de los blasones que se guindó en el escudo de armas de la plaza. El buen güisqui (Chávez dixit), los placeres de la carne de vestales encandiladas y alucinadas por los soles y las estrellas; y las aquiescencias de esos solares exquisitos, sedujeron a muchos de nuestros conmilitones, acostumbrados a unos rigores espartanos por la estrechez del bolsillo y del presupuesto familiar.
La falta de objetivos de corto, mediano y largo alcance originó la invertebración de los esfuerzos integrales de toda la oposición al régimen y eso provocó el aislamiento paulatino y sistemático del brío de la plaza.
El oportunismo de los satélites políticos de la cuarta y otros detritus de la quinta republica originaron carpetas bajo el brazo con juntas de gobierno, gabinetes ejecutivos, programas para la transición, líneas políticas y económicas y otras propuestas no tan santas, para los liderazgos emergentes y las facciones encontradas en el obelisco. Eso provocó el surgimiento de las aguas subterráneas que empezaron a minar la plataforma del incipiente archipiélago disidente de la plaza.
La confrontación de poderes de los grupos comunicacionales hizo crisis en el rectángulo de Chacao. Cada una de esas representaciones se sentía con los suficientes emisarios y embajadores para imponer la influencia y la autoridad mediática de mercadear el nuevo poder que se asentaría en Miraflores. La mayoría de ellos plenipotenciarios y con poder de veto, disponía de las veinticuatro horas del día para promocionar la imagen de los nuevos jefes republicanos asentados al oriente de la capital.
La unidad de la disidencia militar al régimen, hizo de la plaza un emblema en contrario. Los otros altos jefes militares en disidencia y ausentes del pilar de la resistencia, veían con rivalidad profesional y política que las parcelas del protagonismo y de la figuración posterior se distanciaban de sus terrenos y espacios, conquistados en las jornadas chambonas del 11 de abril y fechas heroicas subsiguientes.
El destino de las finanzas que ingresaron a la Plaza, fue otro tema escabroso que aun no está dilucidado y lo suficientemente desnudado; y provocó un generoso recelo, especialmente entre quienes aún se mantenían dentro de los cuarteles y quienes estando en disidencia militar, no se sentían en ese momento identificados con la manera de comandar, dirigir, gerenciar y administrar ese gran esfuerzo, levantado sobre la esperanza del pueblo.
Las especies que corren, de ser ciertas, dejan como a un escolar de pantalón corto a los jerarcas ladronazos de la quinta republica. Yo estoy, sinceramente, apelando a la buena fe y estoy concediendo, el beneficio de la duda; pero aspiro que este enojoso asunto, en el momento en que las aguas de la republica retornen a su cauce normal o antes, se aclaren y se descubran con toda la obligación de la honestidad y la moral. Solo así, la plaza y en general el esfuerzo de los oficiales generales y almirantes líderes de la ocasión, se salvaran del juicio valorativo de haber traficado con la esperanza del pueblo.
La carta del 25 de abril de 2003, dirigida por un profesional militar no pronunciado en la plaza, fue toda una disección a las interioridades de la plaza y es oportuna en este momento en que se le hace el juicio, un año después:


Caracas, 25 de Abril de 2003

Ciudadano
General de División (Ej.) ENRIQUE ANTONIO MEDINA GOMEZ

Tengo el honor de dirigirme a usted en la oportunidad de hacerle llegar una serie de consideraciones, que por lealtad es necesario y conveniente informarle, para iniciar un proceso de toma de decisiones en beneficio inicialmente de quienes somos oficiales superiores, subalternos, SOPC, Tropas Profesionales y Alistadas, quienes hacemos vida común en la disidencia militar al Régimen de Hugo Chávez Frías; y consecuentemente, ventajas para el colectivo nacional, que espera pacientemente respuestas oportunas, diligentes, militares y constitucionales que emanen de la Plaza Altamira y de otros factores comunes, como parte de una solución integral cívico-militar al grave problema político del país.
La esperanza que emanó del pronunciamiento original del grupo de oficiales generales que tomaron la iniciativa publica el 22 de Octubre de 2002, en la gran mayoría del pueblo venezolano, fue tomando cuerpo en una gran muchedumbre que casi religiosamente acudía a este santuario y que los vio como la materialización de todos sus ideales, especialmente, el mas inmediato, cual era la salida de Hugo Chávez Frías de la Presidencia de la Republica.
Esta confianza se fue diluyendo en el tiempo hasta convertirse en una ilusión y quimera que aspiramos no se convierta en pesimismo y desgano, y que se transmute mas adelante en un factor de perturbación y obstáculos, tal cual como es percibido por muchos factores políticos y sociales que están movilizados hacia el objetivo de buscar una solución al gran problema de gobernabilidad, en que nos ha embarcado el régimen chavista.
Preocupado por la neblina conceptual de los discursos de los señores oficiales generales, la dispersión de los objetivos en la permanencia en la plaza, la atomización del liderazgo en el sector disidente, el olvido popular, la segregación de los distintos factores de disidencia, la inconsistencia organizacional, la nulidad en los resultados y la potencialidad de que nos embarquemos en el trafico de la esperanza del pueblo de Venezuela; quiero hacer llegar algunas precisiones a los señores oficiales generales, para la correspondiente apreciación y decisión en el corto plazo, lo que decantará en las REFORMAS debidas a la circunstancia histórica de permanecer en un área declarada originalmente como “ZONA LIBERADA” por la vía de los hechos, pero que también demanda concreciones en el propósito definitivo de la LIBERACION DEL PAIS.
Estas precisiones son:
1. Determinación del OBJETIVO DE PERMANENCIA en la Plaza. La primera pregunta que debe establecer el liderazgo de la Plaza Altamira es ¿Cuál es el objetivo de la permanencia en la Plaza del grupo de militares? ¿Vamos a propiciar una reacción militar interna? ¿Externa? ¿Combinada? ¿Cívico-Militar? ¿Cómo vamos a funcionar? ¿Organizarnos? ¿Partido Político? ¿Cuál es el plazo final establecido para la permanencia?
2. Establecer una PLANIFICACIÓN OPERATIVA MILITAR viable. Hay que asumir la responsabilidad como militares para ejecutar una planificación que cumpla con los cometidos establecidos en el plan político. Ya se cumplieron seis meses establecidos en la Plaza y no existe una planificación seria, que se conozca. Con la experiencia del 11 de abril, nadie va a poner en el asador su carne, sin conocer todas las interioridades de lo que se va a ejecutar. Ni la Operación Barbarroja, el Día “D”, Kursk, Escudo y Tormenta del Desierto, la Toma del Palacio de Invierno dispusieron de tanto tiempo para planificar. Es necesario tener presente que nunca vamos a estar en la proporción doctrinaria de 3 de nosotros por 1 de ellos, para iniciar una ofensiva o que se tenga la maquinaria militar en un cien por ciento de operatividad.
3. Mantener una COMUNICACIÓN CONSTANTE, FLUIDA Y HONESTA con todos los profesionales. Es necesario que el discurso llegue de una manera honesta hasta todos los profesionales militares, sin esguinces, ni requiebros; sin dobles agendas y libres de compromisos políticos y económicos, más allá de las alianzas y acuerdos necesarios para arribar al objetivo común.
4. Solucionar en el corto plazo, el grave PROBLEMA ECONÓMICO DE LOS PROFESIONALES pasados a la situación de retiro. Observo con extrañeza que en el caso de los profesionales pasados a la situación de retiro sin derecho a pensión, no se ha diligenciado lo pertinente para compensar coyunturalmente, la situación de ellos.
5. Tomar decisiones oportunas en relación a los CASOS DISCIPLINARIOS. La Plaza no debe convertirse en reducto de desviaciones disciplinarias y contrarias a la ética, para ello el liderazgo debe decidir en relación a la permanencia, cuando se violen y transgredan normas elementales.
6. Establecer un RÉGIMEN DE PERMANENCIA con reglas de cumplimiento obligatorio a los profesionales militares y tropas alistadas.
7. Abrir los ESPACIOS DE PARTICIPACIÓN a fin de incorporar e incluir la Plaza en los otros factores de la disidencia al régimen chavista. Observo con preocupación como el espacio comunicacional y político de la plaza ha sido segregado y obviado. En parte como producto de la falta de respuesta y soluciones ante las exigencias que la inmensa mayoría de los venezolanos, pusieron en los postulados iniciales de la plaza. Por otra parte la ceguera política y la ingenuidad profesional han cercado y confinado los espacios de participación de la Plaza.
8. Establecer mecanismos para LA INCORPORACIÓN DE TODA LA DISIDENCIA MILITAR EN UN SOLO GRUPO. Es una pésima referencia hacia lo interno de la institución, la existencia de multiplicidad de factores militares disidentes con agendas, caminos, metas, planificaciones, distintas entre si. El Síndrome del 12 de abril sigue latente, en relación a la realidad de la disidencia militar, la cual es de una marcada atomización por un protagonismo egoísta.
9. Determinar LA ESTRATEGIA POLÍTICA, MILITAR Y LEGAL del grupo militar y hacerla del conocimiento de todo el personal. Esto es fundamental en esta organización. Mientras no se determinen los alcances políticos de la plaza, los planteamientos conceptuales militares y los propósitos legales, los líderes seguirán con la retórica dispersa y la bruma de sus propósitos.
10. Habilitar ALIANZAS Y ACUERDOS CON OTROS FACTORES políticos, sociales y militares. La política del aislamiento se ha propiciado desde dentro de la Plaza; en lugar de tender puentes se han destruido por posiciones personalistas e inconsistencia de planteamientos.

Este comportamiento de un grupo significativo de militares en disidencia, observando una actuación inédita en el campo de la institución militar, puede incluir la necesidad de hacer reparos y REFORMAS a la ejecución de unas políticas que consideramos erradas –sin incurrir en indisciplina- y lo que es peor que benefician sobremanera a la actuación del gobierno.
Las muertes ocurridas el pasado 6 de diciembre, la injusta prisión del GD (GN) Carlos Alfonso Martínez, las horribles muertes de los tres efectivos de tropa disidentes por escuadrones armados, el asilo político solicitado por los excelentes militares que son los hermanos Salazar, la detención del Coronel Piliery Carmona, el aislamiento de la plaza de un significativo numero de profesionales militares pronunciados en la misma, la escasa relación política de la plaza con otros sectores disidentes, tanto políticos como militares, la atomización interna del liderazgo en la plaza son muestras significativas del desmembramiento y fraccionamiento que existe entre todos los factores presentes en la plaza. Todos estos elementos son batallas perdidas en esta guerra. Todas estas derrotas son atribuibles al liderazgo presente, que esta encarnado en usted.
El liderazgo tiene una noción de representatividad. Se asume que la cabeza visible del liderazgo de la disidencia militar es el General Medina Gómez, en consecuencia hacia allá debo dirigir mi justo reclamo, para exigir reformas en la manera como se esta conduciendo la disensión militar desde esa importante referencia política. Es precisamente, por no sentirme representado por el actual liderazgo, que hago el planteamiento.
Como se ve, estos diez aspectos planteados anteriormente, requieren del tratamiento inmediato, no solamente por los líderes de la plaza, sino por toda la disidencia militar, para poder arribar a objetivos establecidos.
Pero, el principal reclamo se orienta a la renovación del liderazgo. Todas estas derrotas reseñadas, mas las relacionadas con las decisiones del 11, 12 y 13 de abril y fechas posteriores, obligan a refrescar y reavivar la esperanza de todos los profesionales militares identificados con la idea de arribar a una solución expedita al problema político generado por el Gobierno de Hugo Chávez. Y aun más, la esperanza que se anida en la mayoría de la población civil, que cada día espera más la respuesta de la institución militar.
Entiendo que ya su tiempo de liderazgo pasó; desgraciadamente hay derrotas, pero también triunfos. La referencia de la Plaza Altamira será valorada en su debida oportunidad.
A pesar de no hacer vida activa en la Plaza Altamira, ni ser parte del grupo de militares pronunciados en aquella ocasión, no debe discutirse, que las decisiones que emanan del Obelisco tienen una influencia importante en todos los militares que adversamos al régimen.
Y eso tiene una justificación explicativa, estamos poniendo en juego los dos riesgos más importantes que asume un militar cuando toma decisiones de esta envergadura. La Prisión y la Muerte.
Lo menos que puedo hacer es estar o no, de acuerdo con la manera como se asumen esos riesgos.
Estos diez PUNTOS DE REFORMAS al régimen de permanencia de los militares, son fundamentales y necesarios para abonar la permanencia de los mismos en la Plaza Altamira; y a otros, a ser consecuentes y aliados en los propósitos, en solidaridad con los planteamientos originales del pronunciamiento inicial y requieren de respuestas y hechos en el corto plazo, para justificar la consecuencia. La primera respuesta que se exige es su separación inmediata y efectiva del liderazgo, para iniciar un proceso de renovación interna.
Finalmente, no creo conveniente ni necesario dar una prueba de LEALTAD; la más importante hasta el momento ha sido la perdida de la carrera profesional, mi reciente prisión y las tres imputaciones que se me cursan en tribunales militares; pero se requiere de la reciprocidad de nuestros superiores en la asuncion del compromiso.




Atentamente



Como se ve, todos los puntos de la carta, que fue entregada personalmente al líder del obelisco y a los oficiales generales y almirantes más emblemáticos de la misma, tuvo el mismo destino que le ha dado Hugo Chávez a la letra de la Constitución Nacional, puro papel higiénico.
Pero creo que el espíritu, el propósito y la razón de la misiva, siguen teniendo vigencia aún, en cuanto a que los logros de la Plaza Altamira y sus líderes militares están en mora con todo el pueblo de Venezuela.



Caracas, 26 de octubre de 2003

jueves, 16 de octubre de 2003

¿Firmar o no firmar? !He allí el dilema!

La participación de los militares en el Reafirmazo esta condicionada a una premisa que aun no ha sido confirmada, a pesar de que se han presentado oportunidades para probarla.
Esta pudiera redactarse muy bien de la siguiente manera: “La mayoría institucional de la Fuerza Armada Nacional (FAN), va a actuar en el momento oportuno para garantizar la vigencia de la Constitución Nacional”.
Antes de analizar de manera descarnada esta teoría, vamos a plantear los hechos que orbitan alrededor de la misma.
En primer lugar, el valor es una virtud que se cultiva en la Fuerza Armada Nacional (FAN). Esa es una realidad a la mano, no puede concebirse un militar cobarde en el ejercicio de una profesión donde los riesgos mas importantes que derivan del desarrollo de la misma son la libertad y la vida. Hay que estar revestido de cierta dosis de temeridad, audacia, coraje, etc. para enfrentar la posibilidad de cárcel y de muerte, en particular aquellas situaciones que surgen como consecuencia del cumplimiento del deber y la obligación institucional. Eso es el día a día de un militar, inicialmente como parte de su proceso de formación profesional y luego como consecuencia de su desenvolvimiento.
Luego está, el criterio generalizado, de que estos son los principales vigilantes del cumplimiento de la Constitución Nacional y las leyes de la Republica. Siendo así, el modelo mas indicado para convertirse la corporación militar, en referencia importante para la colectividad, es el estricto cumplimiento del cuerpo normativo de la nación.
Otro criterio alrededor del cual hay unanimidad, es que en cualquier elección; así sea la Reina del Carnaval de Zaraza; ningún voto a favor es desdeñable o despreciable; en particular sobre la base de un triunfalismo que no tiene fundamento alguno. A no ser que pensemos que el gobierno es cretino (Siempre subestimamos a Chávez) y ya nos están bañando en la oposición, en relación al referendo.
Otra realidad es que el Referendo Revocatorio (RR) es consecuencia del Reafirmazo. Un fracaso del Reafirmazo se convierte automáticamente en un revés para el referendo.
Hecha esta introducción, vayamos a debatir la conveniencia de que nuestros profesionales militares firmen o no, en la jornada del 28 de Noviembre, en el acto que la Coordinadora Democratica (CD) ha bautizado como el Reafirmazo.
El número de los votos militares que pudieran presentarse durante esta jornada es, relativamente, pequeño. Si nos atenemos a que se manejan números de que el 80% de los profesionales militares son institucionales, estamos hablando de una cantidad que oscila entre 12.000 o 14.000 firmas militares. Eso, en relación a los 2.700.000 que representan el 20% que convalidaría el Referéndum sería un miserable 0,4% ó un 0,5%, según sea el caso.
En términos de cantidad ese número relativamente no representa nada, pero en términos de calidad representa mucho. En primer lugar el mensaje al gobierno, es el de que no cuenta con el respaldo mayoritario de la Fuerza Armada Nacional (FAN) y en segundo lugar es una manifestación de solidaridad y consecuencia cívica con la sociedad civil; independientemente de que les abran Consejo de Investigación y los retiren de la situación de actividad. Al fin y al cabo ese ¿80 %? Institucionalista esta ocupando cargos administrativos en la corporación militar y no tiene ninguna – léase bien - ninguna posibilidad de reaccionar militarmente para apoyar a la población civil, cuando tomen la decisión de salirle al paso a las pretensiones del régimen.
Pero mas allá de eso, es la gran crisis que se generaría como producto del espaldarazo mayoritario de los militares, a la propuesta de salir del régimen por vías democráticas, pacificas, institucionales y constitucionales; con la participación activa y efectiva de los militares en situación de actividad. ¡Ni la revolución de Los Claveles en Portugal le haría parangón!
Por cierto, en relación a que van a perder sus puestos de trabajo, entonces no valió la pena que los 18.000 amigos petroleros hayan corrido los riesgos laborales y se encuentren en la situación en la que están actualmente. En esta coyuntura, todos debemos poner nuestra cuota de sacrificio y hasta el momento, el único gremio que debería confrontar al régimen y no lo ha hecho es la Fuerza Armada Nacional (FAN).
Hasta allí todo está menudeado. ¿Qué actitud debe tomar la mayoría institucionalista de la Fuerza Armada Nacional (FAN) el día del firmazo? ¡Presentarse en los centros de recolección de firmas, correctamente uniformados y ejercer cívicamente su derecho a participar en la recolección de las rubricas, para garantizar la realización del Referendo Revocatorio (RR)!
No puede ser de otra manera, en una institución formada por hombres valientes, cumplidores y garantes de la Constitución Nacional y que interpretarán las aspiraciones de la gran mayoría de los venezolanos.
De otro modo, la premisa estaría mal planteada y la posibilidad de la actuación institucional de la Fuerza Armada Nacional (FAN) sería una ilusión que se desvanecería en los vapores de la cobardía y el entreguismo.
¡Nuevamente los estrategas del ludo y la pelota sabanera de la Coordinadora Democrática (CD) dejan los flancos expuestos a las maniobras del chavismo!